Traducción de Juan David Gutiérrez
Edición de Isabel Da Cunha Ventura
«Una mujer que no tiene al menos una pieza de Chanel está irremediablemente pasada de moda», escribió Harper's Bazaar en 1915, solo cinco años después de que la legendaria diseñadora abriera su primera boutique.
Más de un siglo después, el legado de estilo de Coco Chanel perdura, caracterizado por las tres cualidades que definen la esencia de sus piezas atemporales: sencillez, elegancia y comodidad.
Alejándose de las limitaciones impuestas por corsés, encajes y capas exageradas, la mítica Coco Chanel se enfocó en los artículos para la mujer trabajadora, produciendo diseños sutilmente revolucionarios pero a la vez funcionales.
Como fue una de las únicas mujeres diseñadoras de su tiempo, sus looks icónicos siempre fueron influenciados por lo que a ella misma le gustaba usar. En lugar de seguir los pasos de sus predecesores masculinos —los cuales tenían una tendencia a satisfacer sus propias fantasías de feminidad— la provocadora diseñadora francesa forjó su propio camino.
Innovación práctica
El estilo de Coco Chanel estaba tan influenciado por los aspectos prácticos de la época como por cuestiones estéticas. Después de la Primera Guerra Mundial, las telas exuberantes preferidas por las casas de moda escaseaban y era casi imposible que una joven diseñadora principiante pudiera experimentar con ellas. Innovando como siempre lo ha hecho, Chanel incorporó el tejido de punto en sus diseños, una tela que, en ese momento, se usaba principalmente para la ropa interior masculina. De esa manera, la diseñadora logró crear uno de sus artículos más recordado: el top a rayas.
Por fortuna, para Chanel no había mejor halago que la imitación, lo que permitió que esta pieza básica se convirtiera en uno de los pilares de la moda vanguardista. El tejido de punto es ahora un componente infaltable en las colecciones de tops de diseñador, lo que ilustra el alcance innovador de este material versátil.
Otro elemento perdurable que surgió de la funcionalidad fueron los pantalones para mujer. Aunque se usaban cada vez más durante y después de la guerra, Chanel transformó este artículo masculino en una prenda deseada por las mujeres parisinas con estilo. En una ocasión, mientras estaba de vacaciones en Deauville, al noroeste de Francia, la diseñadora usó un par de pantalones de marinero en lugar de un traje de baño, y posteriormente multitudes de fanáticas dedicadas comenzaron a hacer lo mismo.
Los pantalones de vestir para mujer se volvieron omnipresentes en las calles de París durante las décadas de 1920 y 1930, inspirando el aspecto andrógino que lucen en la actualidad celebridades como la actriz y fanática de Chanel, Kristen Stewart.
Disconformidad
A Chanel no solo le preocupaban las cuestiones prácticas, también estaba decidida a replantear lo que la moda significaba para las mujeres. Desechando los tonos intensos que caracterizaban el estilo antes de la guerra, liberó el color negro de su estado fúnebre y lo colocó en el centro de su estética de diseño.
En 1926, Chanel publicó un boceto de lo que Vogue describió como «un vestido que el mundo usará». Esta ilustración de un vestido negro de corte holgado, cintura caída y largo hasta la pantorrilla introdujo el concepto inicial detrás del ahora arquetípico Little Black Dress, o LBD por sus siglas en inglés. Personificando la sencillez y la elegancia, era un artículo que las mujeres se podían poner para lograr un look sofisticado al instante y que requería un mínimo esfuerzo.
El LBD saltó a la fama cuando Audrey Hepburn lució la versión de Givenchy en la película favorita del mundo de la moda, Desayuno con diamantes. Al igual que el diseño original de Chanel, los vestidos de Givenchy a menudo se basan en una paleta versátil completamente negra o monocromática hasta el día de hoy.
Prendas para ir a trabajar
El clásico traje con falda de tweed es quizás el atuendo más memorable de Chanel. El icónico conjunto de dos piezas no solo elevó el tweed de su asociación con la ropa de caza de los hombres británicos, sino que también proporcionó a las mujeres un atuendo para la oficina que era a la vez profesional y femenino.
Las chamarras de tweed aparecen año tras año en las colecciones contemporáneas de marcas de lujo como Lanvin. Sin embargo, siguen siendo sinónimo de la estructura original sin cuello característica de la diseñadora, con un ribete trenzado, mangas ajustadas y botones adornados. La chamarra Chanel es uno de los modelos más destacados de la casa de moda y su elegante influencia se refleja en todas las colecciones de trajes pre-owned de diseñador para mujer.
Aunque el traje de dos piezas de Chanel fue adorado por pioneras de la moda como Audrey Hepburn y Grace Kelly, fue Jackie Kennedy quien lo inmortalizó cuando usó una versión distintiva de color rosa pálido con un sombrero a juego y elegantes guantes blancos el día que su esposo —el presidente John F Kennedy— fue asesinado.
En parte debido a su relación con icónicas celebridades, el traje de tweed conserva una exquisito legado caracterizado por yuxtaposiciones de independencia y tradición, practicidad y glamur, y feminidad y tragedia.
Pequeños lujos
Chanel introdujo toques sutiles de lujo a su estética discreta, popularizando las joyas de diseñador con sus codiciadas creaciones. Las mejores cosas de la vida son gratis —bromeó alguna vez— pero las segundas mejores son cosas muy, muy caras.
Todas las prendas que vestía la diseñadora venían con un toque de Chanel No. 5, su perfume insignia. Aunque invisible a simple vista, este elemento fue fundamental en sus atuendos y allanó el camino para un sinnúmero de fragancias exclusivas de otras casas de moda.
De hecho, el perfume es tan icónico que el anterior director creativo de Chanel, Karl Lagerfeld, elaboró un divertido collar con dije y una bolsa crossbody con la forma de la botella. Aunque está muy lejos del tote capitonado con cadena de oro preferido por la propia Chanel, este peculiar guiño a la historia de la marca evoca una rica conexión con sus raíces innovadoras.
El legado de estilo de Coco Chanel se ha mantenido firme desde que liberó a las mujeres de la tiranía de los corsés ajustados y las faldas gruesas. La combinación de versatilidad y suntuosidad en sus diseños demuestra que aplicaba lo que predicaba: «Una mujer siempre debe ser dos cosas: sofisticada y fabulosa».
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